El viento sopla y refresca mis
recuerdos.
Recuerdos que invaden mi más
profundo ser.
Recuerdos que me seguirán como el
sol al día. Viven en mi, son parte de mi, beben de mis lágrimas y se alimentan
de mi dolor.
No tener esos recuerdos vivos en
mi alma es como no tener ojos para ver.
En esos recuerdos persiste el
amor. La distancia y el tiempo los hacen enterrarse más, por muy lejano que se
vea.
Disimulo no tenerlos, trato de
querer vivir sin ellos, pero sin ellos
no podría vivir. Esos recuerdos que se refrescan con el viento me hacen
reír y llorar, cantar y esperar; todo es inútil. Este intento de querer
vivirlos me hacen dar cuenta lo lejos que está. El extrañarlos me hacen sentir
ridícula por querer regresar.
Mientras mi mente razona que ya no
existe, mis recuerdos me enseñan la existencia de su amor. Ese polvo de amor es
un poco de mi y de mi alrededor.
Las palabras calladas por el
sueño de su corazón han hecho de mi una mujer. Su silencio continúa
enseñándome. Su huella está en mi mirada y mis pasos.
Cómo duelen mis recuerdos, cómo
remueven. Si tan solo hubieran más de estos, yo estaría conforme, porque esos
recuerdos de más, significaría que hubiera podido vivir y pasar más momentos
con Papá.
Seguiré sintiendo el viento y
refrescando mis recuerdos, para seguir soñando en que Papá estuvo junto a mi.
Tere Kuri
Enero 2000
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