miércoles, 21 de febrero de 2018

Hoy le tocó a ella

Catorce de febrero. Fecha, en mi opinión, muy comercial, pero no deja de ser lindo. Mi Yuso me invitó a desayunar, aprovechando que los niños estaban en la escuela, para no dejar pasar nuestro momento romántico del día. Muy cursi y contagiada de “San Valentín”, me vestí de rojo y blanco, hasta falda me puse.

Caminábamos tranquilos y disfrutando un rato de no agarrar manita para cruzar calle, jalar carriola o estar atentos para que no se alejen de nosotros. Cruzamos uno de los tantos parques de la Del Valle, sintiendo el sol y el inicio de días más calurosos. Entramos a un restaurante pequeño, con una terraza que tiene un barandal tipo pueblo, con macetitas colgantes, decoradas con flores alegres. Para hacer el momento más meloso, nos sentamos en una mesa pequeña con sillones estilo antiguo, justo a la orilla del barandal, que daba a la calle y vista al parque. Todo nuestro alrededor estaba lleno de parejas de enamorados, amigas criticonas y quejumbrosas, pero finalmente compartiendo felices sus mutuos refunfuños, amigas felices de no verse en mucho tiempo, amigos o pareja, ya no se sabe, un par de viejitas tomando su chai latte fascinadas brindando su amistad, que de seguro sería de hace más de cincuenta años.

El ambiente era ideal para un día del amor y la amistad; sin embargo, la vida siempre nos sorprende. El mesero tomaba nuestra orden de café y unas conchas para romper gustosamente ese día la dieta, cuando de repente se escuchó que algo grande azotó en la banqueta, justo a la altura del barandal negro donde estábamos sentados. La paz, el bullicio romántico, las flores alegres, la vista relajante, desaparecieron. Todo tornó turbio, angustiante, tenso. Un hombre que iba caminando, de seguro rumbo a su trabajo, de aspecto sencillo pero bien arreglado, cayó de la nada y comenzó a tener un ataque epiléptico. Todo parecía ante mis ojos como en cámara lenta. Mientras que el hombre moviéndose de manera muy extraña, azotando su cabeza, sin control, al suelo, vomitando saliva, todos los comensales lo veíamos en absoluto silencio, nuestras miradas desconcertadas y sin saber qué hacer.  Le dije, agitada, a Yuso:

-       “¡Papi, vamos a ayudarlo!, ¿qué le está pasando?”
-       “Le está dando un ataque epiléptico. –me respondió. No debes moverlo, lo puedes lastimar, es mejor esperar a que le pase, porque lo más triste de todo es que cuando les pasa, la persona no se da cuenta del ataque y no se acuerda de éste después.”

Me inundó impotencia y tristeza por él, sorprendida de que ni siquiera era consciente de lo que le pasaba. Cuando logré controlar mi reacción a lo que mis ojos veían, una mujer, justo la quejumbrosa, ya estaba abajo con él, hablando a una ambulancia, ofreciéndole un vaso con agua y su mano para caminar. El hombre tardó varios minutos en reaccionar, ponerse de pie y darse cuenta de lo que le pasaba. Aceptó el vaso con agua y la mano de la mujer. Cuando veo la escena, observé el rostro de ella, sintiendo la gran plenitud y satisfacción de estar ayudando a alguien. Me impacté. Su rostro cambió, su mirada brillaba, la sonrisa que le ofrecía a él era mágica. Parecía otra persona. De su boca solo salían palabras de aliento. El hombre no aceptó la ambulancia, le explicó su enfermedad y le pidió solo unos minutos para recuperarse y continuar su camino. Ella se sentó junto a él al borde de la banqueta para acompañarlo, hablarle a algún familiar y solo “estar” para que no se sintiera solo. Yo ya no bajé, no hice algo para ayudarlo. Me quedó solo rezar y pedirle a los ángeles que lo ayudaran.

El episodio terminó. Todo volvió a la normalidad. El hombre siguió caminando con su destino marcado a volver a caer en la siguiente esquina. Nosotros, los comensales, volvimos a intentar tornar el ambiente romántico que respirábamos al inicio. Nos costó mucho trabajo. Yo tenía un sentimiento que oprimía mi corazón. Quería ayudarlo, no reaccioné, no me dio el tiempo de levantarme para ser yo quien le tendiera la mano a ese hombre. Al decirle, Yuso me regresó la calma y la sonrisa al decirme:

-       “No siempre vas a ser tú quien ayude a los demás. Hoy le tocó a ella.”


Tere Kuri

14-feb-18

martes, 13 de febrero de 2018

Mi Amiga


La vida la puso en mi camino en el momento exacto en el que la necesitaba. Comenzó con una plática de adolescentes, en una tarde de verano, donde nada nos preocupaba. Sin pensarlo, ella abrió su corazón hacia mi y yo le ofrecí mi confianza. Comenzamos compartiendo nuestras ilusiones por los chavos que nos gustaban, las frustraciones de las faltas de permisos de nuestros padres, las risas por tonterías, películas de terror que nos dejaban sin dormir una semana, salidas en la noche para cuidarnos una a la otra, secar nuestras lágrimas por algo que nos dolía, preguntarnos cosas que no nos atrevíamos a preguntarle a Mamá y festejarnos el empezar a trabajar.

Crecimos, maduramos, lo adulto y lo estúpido llenó nuestra mente y nos separamos un buen número de años. Sin embargo, nuestro corazón y la fuerza de nuestra amistad no se dieron por vencidos. Nuestro reencuentro fue un momento inolvidable al darnos cuenta, que a pesar de tanto tiempo, de perdernos episodios importantes de nuestra vida, sentimos que el tiempo se hizo nada, que nos dejamos de ver como si hubiera sido ayer, que el rencor jamás apareció en la mesa para hacer algún reclamo. Retomamos la complicidad de nuestras vidas y fortalecer nuestra amistad.

Hoy no concibo mi vida sin mi confidente, mi compañera, mi hermana de alma. Como bien dijo mi padre algún día: “Tu amiga Ana es para toda la vida, cuida su amistad”.

Gracias a la vida, gracias a Dios, gracias a ti mi querida Ana, por ser mi amiga.

Tere Kuri

Febrero 2018

Lo Encontré

Durante más de quince años lo imaginé. Más de cincuenta noches lo soñé sin rostro. 
Miles de pasos iban dirigidos a él sin saber si estaba al norte o al sur.
Tantos parpadeos que intentaban verlo y lograron confundirse.
Siempre busqué alguna señal en el viento o en alguna canción.
Mis manos exploraban, tocaban, sentían y se decepcionaban al no saberlo.
Cientos de suspiros de soledad inspirados en sus ojos desconocidos.
Tantos libros, poemas y frases que iban dedicados a él, sin aún existir.
Millones de letras dirigidas a su voz, sus manos, su presencia y su mirada que mi pluma escribió.
Desilusiones inspiradas a su ausencia.
Vacíos y placeres fugaces que fortalecían su imagen.
Amores de laboratorio que volvieron experto a mi corazón para saber identificarlo.
Consejos alentadores que a veces me acercaban y luego me alejaban años luz.
Misma melodía, misma letra que me hacía llorar para intentar llamarlo.
Hoy, el viento se detuvo, las horas se alocaron, las canciones se alentaron, el amor se apiadó de mi: lo encontré. Ya tiene rostro, nombre y apellido. No lo besé ni lo toqué, pero mi corazón lo reconoció con solo percibir su aroma.
Si hubiera sabido que eso debiera vivir para tenerlo a mi lado, como lo tengo ahora, estaría dispuesta a vivirlo en tres vidas más.
Hoy duermo con magia en mi almohada, ilusión en mis entrañas y la fusión de un amor que promete ser eterno.

Tere Kuri

Noviembre 2008

domingo, 4 de febrero de 2018

Sin tu Amor

Un sol sin rayos, una rosa sin color.
Una sonrisa sin dientes, un poeta sin musa.
Una esperanza sin fe, una lágrima sin dolor.
Una palabra sin fondo, una canción sin sonido.
Un amante sin pareja, un beso sin pasión.
Un adiós sin despedida, mi corazón sin tu amor.

Tere Kuri

mayo 2000

Conforme

El viento sopla y refresca mis recuerdos.
Recuerdos que invaden mi más profundo ser.
Recuerdos que me seguirán como el sol al día. Viven en mi, son parte de mi, beben de mis lágrimas y se alimentan de mi dolor.
No tener esos recuerdos vivos en mi alma es como no tener ojos para ver.
En esos recuerdos persiste el amor. La distancia y el tiempo los hacen enterrarse más, por muy lejano que se vea.
Disimulo no tenerlos, trato de querer vivir sin ellos, pero sin ellos  no podría vivir. Esos recuerdos que se refrescan con el viento me hacen reír y llorar, cantar y esperar; todo es inútil. Este intento de querer vivirlos me hacen dar cuenta lo lejos que está. El extrañarlos me hacen sentir ridícula por querer regresar.
Mientras mi mente razona que ya no existe, mis recuerdos me enseñan la existencia de su amor. Ese polvo de amor es un poco de mi y de mi alrededor.
Las palabras calladas por el sueño de su corazón han hecho de mi una mujer. Su silencio continúa enseñándome. Su huella está en mi mirada y mis pasos.
Cómo duelen mis recuerdos, cómo remueven. Si tan solo hubieran más de estos, yo estaría conforme, porque esos recuerdos de más, significaría que hubiera podido vivir y pasar más momentos con Papá.
Seguiré sintiendo el viento y refrescando mis recuerdos, para seguir soñando en que Papá estuvo junto a mi.

Tere Kuri

Enero 2000

Ayer y Hoy

Ayer sentí calor, hoy siento frío.
Ayer sentí escalofrío, hoy siento bochorno.
Ayer soñé, hoy tengo insomnio.
Ayer tuve hambre, hoy deleito mi paladar.
Ayer brillaban mis ojos, hoy, lloran.
Ayer pensé en ti, hoy te empiezo a olvidar.
Hoy mi corazón dejó de amarte.

Tere Kuri

Agosto 1999

Lo que me dicen los Ángeles / Reencuéntrate

Constantemente necesitas recordar quién eres, qué eres, de dónde vienes, palpar tu esencia, tocar el amor de Dios, respirar la paz y la mag...